Se están definiendo objetivos divergentes que probablemente provocarán que la reunión de junio del Banco Central Europeo sea decisiva. Es interesante señalar que los miembros de la Comité Ejecutivo del BCE han estado notablemente calmados en cuanto a la «normalización» en vista de los rápidos cambios en el contexto económico y político. Creemos que el resultado de la reunión de junio debería proporcionar una visión de la mentalidad de Draghi & Cía. en cuanto al calendario de una posible retirada gradual de la flexibilización cualitativa (QE) y las expectativas de una subida de los tipos de interés.


En primer plano, dada la debilidad de los datos fundamentales, el BCE debería necesitar más pruebas de la dirección antes de indicar el rumbo de la política monetaria. La desaceleración del crecimiento europeo del último trimestre, ilustrada por la caída generalizada de la estimación flash para el indicador PMI de mayo, afectará a las perspectivas de crecimiento del PIB. Al mismo tiempo, la debilidad de las presiones sobre los precios subyacentes llevó a la inflación «core» o subyacente a volver a registrar mínimos cíclicos. El argumento oficial, reiterado por el Comité Ejecutivo, es que los riesgos son transitorios y están equilibrados. Dado este pequeño bache, a nadie le desconcertaría que el BCE hiciera una pausa en su mensaje alcista. Con las inquietudes económicas al acecho, va aumentando el riesgo de que se retrase el mensaje previsto de junio o julio sobre una retirada gradual que ponga fin a las compras de activos.
 


Sin embargo, en Italia, España y Grecia, el riesgo político y el alboroto están aumentando (por no mencionar las cuestiones geopolíticas), lo que podría hacer cambiar de opinión a los miembros del Comité Ejecutivo. La subida pronunciada reciente de los tipos de interés en la periferia sugiere unas condiciones financieras más restrictivas para los países más débiles de la región. A primera vista, también sugeriría un motivo adicional para que el BCE retrasara su búsqueda de la «normalización». Aun así, sospechamos que la amenaza de una conmoción no hará más que reforzar el deseo del BCE de abandonar su política.





 

La realidad es que el BCE tiene pocas opciones para gestionar una crisis. Los tipos de interés ya son negativos y la compra de bonos ya está provocando problemas de oferta. Al igual que ocurrió con la Reserva Federal en 2013, la necesidad de eliminar una política extrema para recuperar el poder político superó la debilidad económica temporal.  Dada la debilidad del EURUSD, sospechamos que el mercado está infravalorando el compromiso del BCE con la «normalización».